Las páginas de historia de las tierras donde hoy se asienta la ciudad de Vigo y su comarca están escritas desde las primeras huellas del hombre en Galicia.
En algunos túmulos megalíticos como los de Cotogrande 1 y 5 y Chan de Xisto aparece la cerámica campaniforme. Otros asentamientos vinculados al mundo de la Metalurgía los encontramos en la ladera norte del Monte Maúxo, en Saiáns o en la zona del Freixo en Valadares. En este contexto nace el arte rupestre al aire libre: los petroglifos. Este arte constituye la única producción auténticamente galaica de la prehistoria. De sus representaciones se desprende la existencia de diferencias sociales entre los individuos; las figuras de armas, las escenas de caza y las de equitación son actividades reservadas a los grupos dominantes.
Los petroglifos son característicos de las costas gallegas y tienen en el área de Vigo o su gran epicentro de dispersión geográfica. Ejemplos importantes de este arte en la zona de Vigo son:
- los petroglifos de Pedra Moura, con círculos concéntricos, trazos largos, puntos y huellas de pezuñas de cuadrúpedos;
- los petroglifos de los Cochos/Pedrafurada, ambos en Coruxo;
- el de Pedra das Augas en Gomesende, Teis, con su diseño en retícula;
- los de Outeiro de Castro, Castiñeirón, Presa das Rodas, Chan Grande y Alto da Costa con combinaciones de círculos concéntricos, cazoletas y trazos diversos;
- el de Penetes, con la figura de un cuadrúpedo;
- el complejo de Millaradas en Matamá, donde se encuentra la figura de un cérvido;
En tierras de Redondela destaca el del Monte Penide; o el de Chan Grande en Oia.
En el segundo milenio empieza a florecer la llamada Edad del Bronce que durará hasta el 800 a.C. Aunque se desconocen los restos de asentamientos de esta época, se pone de manifiesto la adopción de la metalurgía del bronce, materializada en los hallazgos de machetes planas, y un claro mantenimiento de los contactos exteriores, que hace que el área galaica quede, por única vez en la Prehistoria, totalmente integrada en la cultura atlántica y en sus relaciones comerciales. Los numerosos hallazgos de machetes de bronce certifican esta actividad: entre las avenidas Portanet y Castrelos apareció un ejemplar de tope sin argollas, en el lugar de Tallarín en Matamá, uno de tope con una argolla, y también en el lugar de Estea, en la parroquia de Saiáns, un conjunto de 27 machetes de tope con dos argolas.
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