Motivado por el rápido deterioro del pescado y del marisco aparecen, a lo largo de los siglos, diferentes técnicas de conservación, permitiendo su transporte para la venta cada vez más lejos del lugar de la captura. El pulpo, el congrio y la merluza se secaban al sol; las ostras y el besugo se escabechaban; y la sardina, el pescado estrella gallego, se salaba.
Este crecimiento hace que se desarrollen un gran número de industrias auxiliares, como las fábricas de envases y litografiado, de hielo, fundiciones y talleres mecánicos, y como consecuencia aumenta el volumen de empleo, lo que hace cambiar la fisionomía de las villas marineras y la economía de las familias, tradicionalmente sin muchos recursos.
Las crisis de la sardina gallega, como la de 1909 o la de 1924, fueron paliadas con un aumento de la producción de latas de túnidos que, con el tiempo, se consolidaron como la principal actividad industrial. La industria de transformación del pescado empleó mayoritariamente a mujeres, ya desde el siglo XVIII en la sala, y desde finales del XIX en la conserva. Su papel fue crucial tanto para la supervivencia de las familias de la costa gallega, que así cubrían las necesidades en época de escasez de pesca, como para la economía del país.
Se pode apreciar en la exposición una máquina selladora Somme 10 anterior a 1950 y procedente de Cangas do Morrazo. Con máquinas como esta se cerraban las latas de conserva situadas sobre una mesa de zinc; poco a poco, estas máquinas manuales fueron sustituidas por surtidoras mecánicas movidas por correas de transmisión.
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